El 27 de agosto de 1920 cuatro jóvenes médicos conocidos como “los locos de la azotea” decidieron transmitir con un equipo muy precario la ópera Parsifal de Wagner desde la cúpula del Teatro Coliseo. Esos jóvenes fueron Luis Romero Carranza, César Guerrico, Miguel Mujica y Enrique Susini; sin proponérselo ellos marcarían el destino de las comunicaciones en la República Argentina. Es de destacar que nunca se apartaron de su profesión médica, levantaron de la nada la radio y comenzaron a desarrollar el negocio de las comunicaciones a larga distancia por onda corta. En años posteriores, iniciaron la industria del cine sonoro y ulteriormente colaboraron en el nacimiento de la televisión.
En el libro Días de radio, Carlos Ulanovsky describe la escena con las primeras palabras de la emisión: “Señoras y señores, la Sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal…” Tal fue la presentación que ofreció el propio Enrique Susini hacia las 9 de la noche de aquel 27 de agosto histórico.
La transmisión fue realizada con éxito, aunque fuera escuchada por menos de cien personas, las únicas que entonces poseían auriculares “a galena” en Buenos Aires. Es que los parlantes y las válvulas eléctricas aún no formaban parte de la tecnología de los receptores.
El desarrollo tecnológico, la digitalización y el uso de pantallas, principalmente, han cambiado nuestra relación con los medios masivos de comunicación. Hasta hace poco, el trato con los decodificadores de radio y televisión era de forma física. Por ejemplo, para sintonizar una emisora lo que normalmente hacíamos era maniobrar con los dedos, buscando por numeración el dial de la frecuencia requerida. Con el paso del tiempo en esta llamada sociedad de la información y de la era digital estamos ante una nueva radio. Surgen otras formas de escucharla, ya no solo a través de la transmisión de AM o FM, sino también por teléfonos celulares o internet.
Sin saberlo -y quizás también sin pretenderlo-, los locos de la azotea cambiaron para siempre las costumbres de los argentinos. Tenían entre 18 y 25 años. Eran simples estudiantes de medicina, pero llevaban consigo la pasión por encontrar un camino nuevo para las comunicaciones. El entonces Presidente Hipólito Yrigoyen se refirió a ellos con claridad: “Esos jóvenes, que juegan a la ciencia, tienen un genio adentro”.
Fuentes:
Ulanovsky Carlos y otros. Días de radio.
López Vigil, José Ignacio. Manual urgente para radialistas apasionados.
Diario el Litoral www.ellitoral.com