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Leda Valladares: una Sherezade argentina


Poeta, música, cantante, compositora y recopiladora, Leda Valladares (1919-2012) rompió con los moldes de su época. En ocasión de los 40 años de existencia del Centro Cultural Rojas de la UBA, su biógrafa y discípula, Miriam García, cuenta como fue la artista tucumana, que fue docente de los talleres de la avenida Corrientes al 2000 y cuya cátedra es la más antigua de la institución.

Por Laura Haimovichi

“Venía de una clase social acomodada y tenían otros proyectos para ella. Priorizó su intuición y desobedeció los mandatos; rompió esas redes, salió al mundo y dedicó su vida a recuperar parte de nuestro tesoro musical”, dice la autora del libro La vida mía, sobre Valladares, y maestra del espacio creado por la artista en El Rojas.

“Hundió su búsqueda en raíces ancestrales, rescatando los tejidos sonoros transmitidos por tradición oral, entre ellos el canto andino con caja. Puso ese patrimonio cultural en valor al cantarlo, enseñarlo y difundirlo. Enlazó los mundos rural y urbano, vinculó a cantores y cantoras originarios con cantantes de rock, de folklore y con maestros de escuela”.

Valladares formó un dúo con Maria Elena Walsh en 1950, al que Leda le aportó el bagaje de vidalas, bagualas, zambas aprendidas en su terruño y los instrumentos: guitarras, cajas y bombos. María Elena, sumó su voz y su poesía. Juntas actuaron y hasta grabaron discos en Francia, algunas de esas grabaciones fueron también editadas en Londres y Nueva York.

“Su objetivo era que estos repertorios formaran parte del programa de enseñanza musical en las aulas, inspirados en sonidos de raíz y ejecutados en modo colectivo, donde nadie se queda afuera de la práctica para estimular el sentimiento de identidad y de comunidad desde la niñez, descolonizando oídos y gargantas”, dice García.

Leda con Pedro Aznar, Gustavo Cerati y Fito Paez (1990). Foto: Miriam García.

Una hechicera musical

Incursionó en la composición de obras electroacústicas, musicalizó películas, sus colegas la reconocen como una pionera. Hermana del músico apodado “Chivo”, compuso para obras de teatro infantil como La Polvorienta, versión criolla de La Cenicienta escrita por Laura Saniez, y de teatro para adultos, como El Reñidero, de Sergio De Cecco. Como intérprete, generó una creación muy exquisita, manteniendo la esencia de los cantos y haciéndolos propios de manera orgánica, con un modo cautivante”.

¿Cómo era Leda?
–Un ser muy particular, de aspecto frágil y de una gran ternura, pero a su vez sumamente fuerte y áspera, sobre todo cuando de defender estos repertorios ancestrales se trataba. Fue muy marginada desde el mercado del folklore, construyó en los márgenes y en gran soledad. Con su carácter firme y constante pudo ubicar al canto con caja en un lugar de relevancia, sin concesiones. Leda fue una creadora de metáforas, con un humor muy ocurrente que dejaba traslucir su tucumanía. Nunca perdió esa picardía provinciana y las «r» arrastradas al pronunciarlas. Si alguien le mostraba un arreglo armonizado en varias cuerdas de voces, se sacaba. Decía que le quitaban la esencia y el sabor. Cuando le agregaban a una vidala o baguala algo que no les era natural, opinaba que le quitaban tierra. Si la grababan como propia, se enfurecía”.

¿Que actividad desarrolló en el Rojas?
–Creó la cátedra de Canto Andino con caja en 1990. Sus cursos y talleres siempre habían sido itinerantes y no duraban más de tres meses. Quería un ámbito estable, aunque no académico, porque su propuesta era abierta a todo el que se sumara para incursionar en esos repertorios. El espacio se inauguró justo después de la grabación de Grito en el Cielo, donde reunió a cultores originarios como Tomás VázquezChicha Guanca, Isidora Alvarez de Guanco, Rosita Guanco, Dorotea Tolaba, entre otros. Sumó a Fito Páez, Fabiana Cantilo, León Gieco, Gustavo Cerati, Federico Moura, Gustavo Santaolalla, Suna Rocha, Raúl Carnota, Liliana Herrero, Ica Novo y alumnos suyos que formábamos las comparsas. Esa experiencia fue revolucionaria, alguien de la institución la vio y le ofrecieron un espacio para dictar un cuatrimestre en agosto de 1990. Se inscribieron casi 100 alumnos y funcionó como curso anual desde 1991 hasta fines de1998, cuando su falta de salud por el Alzheimer no le permitió continuar.

¿Qué te dejó el hecho de conocerla?
Yo venía colaborando con ella ayudándola a organizar su material, sus últimas publicaciones, asistiéndola. A principios de 1999 me intimó a que me hiciera cargo de sus clases. Le había costado mucho conquistar ese espacio y no quería perderlo, confió en mí para pasarme esa posta y me comprometí a mantener ese fuego sagrado encendido. Un par de años me dio todos sus instrumentos, libros, cintas, grabaciones, discos, escritos, bajo la promesa de preservarlos y darle difusión. Estoy terminando de armar una fundación con su nombre para dejar todo ese material clasificado y protegido. Estamos funcionando como Espacio Leda, desde donde organizamos El Bagualazo, Encuentro Urbano de Cantor@s Con Caja, todos los 21 de diciembre, aniversario de su nacimiento y el Día Nacional del Canto Colectivo Con Caja. Sigo grabando sus recopilaciones menos conocidas en mis discos.

Folklore e intuición

Siendo joven, Leda formó parte de FIJOS (Folklóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Subrealistas) junto a «Cuchi» Leguizamón, Adolfo Avalos, Enrique «Mono» Villegas y Lois Blue, entre otros. Era una cofradía que compartía el gusto por el Jazz y el Folklore desde una mirada intuitiva y filosófica. Se juntaban en su casa y hacían largas tertulias, se divertían fusionando géneros. Durante diez años formó el icónico dúo con María Elena, con un éxito descomunal en París y otras ciudades europeas. Luego, se dedicó a la recopilación. “A principios de los ´70 se vinculó con José Luis Castiñeira de Dios y Susana Lago, del grupo Anacrusa, e hicieron el espectáculo Entre ranchos y rascacielos. También se relacionó con Arco Iris. En los 80 tuvo un estrecho y fructífero intercambio con la chilena Margot Loyola, y grabaron Igual rumbo.

Maestra y musa inspiradora de Gustavo Santaolalla y León Gieco, en 1985 “se suma a la aventura de De Ushuaia a La Quiaca, “influidos por los nueve vinilos de recopilaciones de campo, Mapa Musical Argentino, pero esta vez con una gran producción que grabó y filmó a los músicos. A fines de los ’80, con Aznar, Gieco, Cerati, Páez, Cantilo, Suna Rocha, Carnota y Liliana Herrero grabó Grito En El Cielo I y II y América en Cueros«, continúa Miriam García.

¿Cómo eran sus clases?
Hipnóticas, narraba con metáforas que te llevaban por esos paisajes sonoros de una manera envolvente. Te introducía a ese mundo mágico, cósmico y misterioso como una chamana. Una Sherezade de Las mil y una noches de nuestra cultura. Podías escucharla embelesada pero era sumamente exigente con el respeto a las formas, a la melodía y a la percusión. No dejaba pasar una. Nos decía que estábamos involucrados en una tarea y un repertorio sagrados.

¿Qué la empujó hacia su búsqueda musical?
Cuando tenía 22 años, veraneando con sus padres en Cafayate durante un carnaval, se detuvieron a cantar unas bagualeras de a caballo, de madrugada, en la ventana del hotel. «Esa noche desperté a América», dijo. El ulular de las voces y los golpes de caja le transmitieron el poder de los rituales en los que el alma se funde con el universo. De ahí salió a buscar esas canciones y a sus ejecutantes, a fundirse con esos «modos de penar en el canto». Fue un embrujo que le duró toda la vida.

¿Con qué recursos contó luego, para sus investigaciones?
Con poco y nada, con un grabador Geloso de cinta abierta, que compró con una beca del Fondo Nacional de las Artes, en 1965. Más adelante, con un Grundig y un generador eléctrico. Eran equipos pesadisimos, los llevaba a caballo o a lomo de burro. Imaginate el esfuerzo para una mujer menuda, de un metro sesenta de alto y no más de 55 kilos. Era el viaje de la heroína.

Se preparan otros homenajes ahora…
Ella murió a los 92 años luego de convivir más de 10 años con la enfermedad, que se la llevó el 13 de Julio de 2012. Hace menos de dos meses se estrenó un documental, Cantando Las Raíces (como su libro), dirigido y producido por dos mendocinas. Hay otro en post producción que creo que se estrenará antes de fin de año. Leda es una figura muy inspiradora, se merece un lugar en el Salón de las Mujeres del Bicentenario y que SADAIC cuelgue un cuadro con su imagen.

¿Cómo surgió la idea de homenajearla y en qué consiste el tributo?
La idea surge del equipo de gestión del Rojas, UBA, y consiste en una cápsula audiovisual donde se condensa material de Leda del archivo del Centro Cultural y testimonios de músicos que compartieron trabajo con ella como es el caso de León Gieco y el mío, o de otros que fueron influenciados por su obra como Manu Sija. La instalación se inauguró hace unos días y se puede visitar de lunes a sábados en Avda. Corrientes 2038, CABA.

Fuente: Diario Página 12