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Hierbas calchaquíes para curar los males, según las recetas de Alba


Frente a la plaza de Cachi, tan pintoresco como este pueblo, es el personaje de Alba, “la brujita” que cura con hierbas.

Por: Laura Álvarez Chamale
 

Alba se pinta los ojos apenas despierta todas las mañanas sin intención de impresionar como lo hace ni de darle un sentido estético a su cara. Se pinta los ojos de azul, rosa y los ilumina con blanco para infundirse a sí misma frente al espejo una energía dolorosa y creadora que le pide hablar a través de sus manos cuando cura. Se pinta porque los colores le dan vida y la identifican. «Soy la brujita de Cachi, busco hierbas en el campo, entre las piedras, la nieve y las espinas; las conozco y las uso para curar», se presenta y se define.

Desde los 9 años, cuando una paloma entró por la ventana de su cuarto, Alba Gladys Lera Núñez comenzó a experimentar un don; el mismo que tenía don Eduardo, su padre, que curaba (como ella lo hace ahora) el empacho, el susto, la ojeada, la tartamudez, la aikada y hasta la culebrilla. Sin embargo, contó: «Mi padre era muy famoso por sanar las verrugas. Eso no aprendí, no me quiso enseñar, solo pude ver que sentaba a las personas en una silla de madera y rezaba. Pero no importa, él me enseñó cosas muy importantes, como no tomar amor por el dinero y servir al prójimo con mi don sin esperar hacerme rica con eso».

En Cachi, esta mujer convoca todas las miradas sobre su pelo largo y sus ojos pintados, y aunque acusa dolores en los huesos, dedica sus días a juntar en los campos calchaquíes todo tipo de hierbas curativas. Las lava, la seca al aire, las etiqueta y luego las vende en la plaza o en la puerta de su vivienda, justo en frente de la plaza.

Las bolsitas con las hierbas que Alba recoge en cada estación y a las horas indicadas por su conocimiento, tienen un prospecto que ella escribe a mano y las entrega acompañadas de cariñosos consejos para el bienestar. Y es increíble, pero unas sencillas hojas de burrito, de poleo o de cedrón, dejan en la panza y en el alma esas sensaciones que Alba describe en el papelito que las acompaña.

«Esto sana y cura, está fuera de los recetados químicos de laboratorios, es natural y benigno. Yo las uso y hacen bien para distintos males; por ejemplo para la artritis son buenos el molle y la jarilla que recojo en cuatro variedades. Dicen que hay dos nomás: hembra y macho; pero yo junto cuatro», asegura.

Para los que toman mate en el trabajo, Alba recomienda mezclar con la yerba «la incahierba, el poleo o el suico, que suavizan el estómago y tranquilizan». Para los muchos que padecen de colon irritable, aconseja «infusiones de malvavisco, que es de la familia de las malvas, ideal para salud del intestino».

Cuando hay fiebre y aftas o fueguitos en la boca, «el airampo es buenísimo», comenta. Son unos frutos pequeñitos fucsias, muy difíciles de recolectar entre sus espinas y solo crecen en medio de la nieve en las alturas calchaquíes. «Hay que estar mucho tiempo de rodillas para recogerlos con pinzas. Con eso se hace una infusión muy agradable de color rosado que baja la fiebre».

Un desafío para Alba es tratar el herpes zóster, conocido vulgarmente como culebrilla. «Es muy difícil de curar, pero es cuestión de constancia y de querer servir al prójimo, de no tener aprensión. En una taza blanca, que es el color de la purificación, se pone alcohol puro hasta la mitad, al medio se coloca una barrita de azufre bien envuelta en gasa, una pastilla de alcanfor y un poquito de polvo de alumbre castor boliviano, que se consigue en los mercados. Se masera y se aplica sobre el herpes los martes y viernes que son los días negativos en nuestras creencias. Se le llama culebrilla porque es como una víbora que se descama, y aunque es peligroso, con cariño se cura».

En su carro que destila aromas verdes y dulces, destacan unas piedras negras. ¿Para qué las usa? «Para curar, trabajo mucho con el fuego y con piedras energéticas que son las que están cargadas por los rayos que caen; son las llamadas piedras del rayo y curan el miedo, la tristeza, la depresión. Es una piedra negra y brillante, única, cargada de energía curativa. Para tratar frotamos un cuarzo blanco con esta piedra negra de rayo y se desprende un polvillo de herrumbre que se pone en agua y se bebe. A la piedra de rayo no la puede tener cualquiera porque atrae la energía, por lo que hay que aislarla en caja de madera».

Devota de la Virgen de Guadalupe, tiene su imagen entre las hierbas que ofrece al público. «Ella bendice lo que entrego, todo lo que pido, la virgen me concede. Que lo que venda, cure», ruega.

Cuenta que hasta su casa, llegan desde remotos lugares buscando ayuda. «Muchos deportistas vienen a requerir tratamientos por problemas en las articulaciones. El campeón de natación Juan Manuel Cano vino a que lo trate, y nos fue bien», cuenta.

En Cachi es un secreto a voces lo mucho que Alba puede lograr. Tal vez su arte sea un placebo del bienestar. Ella es fiel a los cerros que la respaldan con sus plantas milagrosas, a las mutaciones de las piedras, a la paciencia del fuego. La penumbra, el temporal acercándose, el cielo negro y las distancias, son metáforas de una inquietud que no le concierne a Alba. Ella seguirá explorando la eficacia de las hierbas, a la espera de quien las necesite. No importa cuándo.

Fuente: http://www.eltribuno.info/salta/nota/2017-5-7-0-0-0-hierbas-calchaquies-para-curar-los-males-segun-las-recetas-del-alba