Por Raúl Vigini
Aquel verano nos llevó en familia a la costa atlántica. En lo personal veníamos comprando los primeros discos larga duración de Los Cantores de Quilla Huasi. Es que los habíamos descubierto y cada vez nos atrapaba más ese sonido tan genuino. Ellos se presentaban en Mar del Plata esa temporada y allí fuimos una noche con nuestros padres a verlos y escucharlos al Teatro Auditorium. Resulta que estando el escenario vacío, había empezado el recital y se escuchaban voces y guitarras a la distancia pero sin verlos realmente, lo que significó una grata sorpresa, cuando nos asombraron pasando en fila porque venían desde el fondo de la sala cantando la zamba Balderrama por el pasillo y originando un emotivo momento por tenerlos tan cerca y en vivo. La satisfacción de esa velada significó una inolvidable noche de folklore argentino. La siguiente los padres habían decidido ir al casino de la ciudad, lugar que no permitía la entrada por nuestra edad, a lo que decidimos volver al teatro a escuchar nuevamente a los cantores de la Casa de la Luna como los bautizó Buenaventura Luna en idioma originario. Ibamos sabiendo de su travesura para iniciar la presentación desde el fondo de la sala, por lo que nos anticipamos y fuimos a conocerlos personalmente antes de que comenzara todo. Al finalizar la jornada aguardamos la salida de los músicos y pudimos conversar con algunos mientras esperaban a sus esposas que pasaran a buscarlos. Así fue con Oscar Valles y con Roberto Palmer. Le entregamos la primera foto de Los Changos, trío al que pertenecimos en los años 70. Y nos llevamos una dirección de su oficina. Ya de regreso escribimos para iniciar un contacto epistolar y al tiempo recibimos un sobre estampillado del correo argentino con una carta de agradecimiento que firmaba Oscar Valles y alentaba nuestra actividad musical de amigos rafaelinos. Así se sucedieron los años, las cartas, las respuestas, las noticias, llegaron libritos con sus poesías, las partituras de la obra integral Sentencias del Tata Viejo, fotos autografiadas, todos con sendas dedicatorias muy profundas y sentidas. Alguna vez los vimos en Sunchales, otra llegando al Festival de Cosquín, con su esposa Beba en un hotel coscoíno cuando lo homenajearon después de retirarse del conjunto que integró 30 años. Y seguían yendo y viniendo las cartas escritas a máquina y firmadas con birome y un ¡Que nos vaya bien a todos!… (frase de su autoría que después alguno también utilizó a diario). Con motivo de la entrega del Premio Nacional al Mérito “El Gauchito” que auspició el diario La Opinión, propusimos en la edición que se concretó en Buenos Aires, a Oscar Valles, Julia Elena Dávalos y Ramón Ayala que compartieron la mesa en esa velada. La última carta que le enviamos -él ya con problemas de salud importantes- no pudo leerla. Habían sido 30 años compartiendo ese contacto epistolar ininterrumpido cuando se hizo eterno. Esa amistad añeja se mantuvo hasta el presente con su familia, particularmente con su hija menor Leandra a quien seguimos viendo. Para la edición del Festival de Folklore de Cosquín 2023, la Comisión le propuso a ella coordinar un homenaje a su padre a dos décadas de su ausencia física. Fuimos convocados para participar del mismo con los textos y el cierre de ese acto el jueves 26 de enero. Un gesto que recibimos de la manera más agradecida y feliz. Así fue que plasmamos en palabras lo que el sentimiento pudo inspirarnos y fueron leídas al comienzo por los locutores a dos voces y que a continuación reproducimos. Al final compartimos el escenario con los artistas que habían cantado temas de Cacho como Angela Irene, Fabiana Cacace, Cuti y Roberto Carabajal y algunos invitados en la presencia del Coya Chavero -hijo de Yupanqui-, Rocío Moreno Fasce -hija de Omar Moreno Palacios-, Víctor Hugo Godoy y Meco Albornoz de Los 4 de Córdoba, Carlos Bergesio exCantoral, Juan Martín Díaz -hijo de Coco Díaz-, entre otros. El cierre incluyó el sentido recitado de la zamba emblemática La compañera a cargo de Leandra Valles mirando al cielo y la voz de Enrique Espinosa límpida y contundente como siempre, luciendo sus 85 años, acompañado por Lelia Sosa, ahijada artística de Valles, Hugo Budini y los jóvenes guitarreros. A quienes se sumaron todos los que en ese momento ocupaban la escena frente a una plaza Próspero Molina repleta de gente y de silencio respetuoso. Mientras tanto el Ballet La Ribera de Villa Mercedes, San Luis, ofrecía su cuadro “A Don Cacho”. Todo era unción y trascendencia.
Es imposible describir aquí la sensación intensa que se vivió en esos minutos de canto compartido y emocionado. La energía que se apoderó del espacio fue increíblemente maravillosa. Fue como un tramo de nuestra vida que se detenía para hacerse interminable… La experiencia de vivirlo será inolvidable. Y la satisfacción de haber sido elegido para estar con todos los demás que fueron los que tenían que estar además, queda solo resumido en la palabra “gracias”. Algo habremos hecho.
En la estrella, un duende serenatero
En la estrella, un duende serenatero.
Como si fuera en una serenata llegó pidiendo permiso aquel 23 de marzo de 1924.
Enhebrar notas del pentagrama. Amalgamar palabras. Entretejer pensamientos desde la belleza de su poesía y la vibración de su música. Ese era su oficio.
Con su voz áspera y cautivadora que tantas veces anticipaba con euforia su Bueno, bueno, bueeenooo…
Cómo definirlo con tantas facetas. FACETAS, esa misma palabra que le dio título a la edición con sus poemas que generosamente y humildemente difundió entre sus allegados con la debida y delicada dedicatoria.
El Cacho era genio y figura siempre. Con el humor, con la picardía, con el talento, con la inspiración, con la originalidad, con la sapiencia, con el amor de tanta gente que lo apreciaba y respetaba. Pero también con la singularidad de impactar con Los señores Cantores de Quilla Huasi ingresando por el fondo del pasillo del Teatro cantando una zamba, sorprendiendo a toda la platea que buscaba el origen de esas voces célebres y la contundencia de esas cuatro guitarras.
Fue el que conoció a Gardel, el que debutó en Radio Stentor con pantalones cortos un mediodía, el que aprendió de los mejores maestros que nunca dejó de recordar, el de los dúos con prestigiosos cantores que formaron su destino, el de las noches porteñas transitadas por gente del tango y el folklore que se daban la mano, el que compuso sus canciones en los lugares más insólitos, el del sonido Quilla Huasi.
Cuando su alma plena y eterna se elevaba con el mejor destino celestial, a su casa de Saavedra seguían llegando las cartas que sus amigos consecuentes de tantas décadas enviaban sosteniendo un afecto tan intenso como incondicional que Cacho siempre devolvió generosamente agradecido.
Porque siempre será bueno saber que: “Tantas cosas nos recuerdan el pasado que es imposible olvidar lo que se quiere…” Cacho de la amistad y la música.
También justo ahora el corazón se quiso marchar, justo ahora que vivía enamorado de todo…
Sabemos que hoy estás aquí como cada día en cada escenario, y ahora mismo te sentimos, acompañados con el requinto o la guitarra clásica… Vení, vamos hermano Cacho…
Raúl Vigini
Nota: Oscar “Cacho” Valles nació en 1924 y falleció el 17 de marzo de 2003. A 20 años de su ausencia física, la Comisión Organizadora del Festival Nacional de Folklore de Cosquín propuso un homenaje para recordarlo. Es así que con la coordinación de Leandra, hija menor del músico, el jueves 26 de enero pasado se concretó dentro de la programación en horario televisivo para darle trascendencia a su obra. Participaron artistas populares que interpretan temas de este prolífico autor y compositor, exintegrante de Los Cantores de Quilla Huasi. Angela Irene, Enrique Espinosa, Cuti y Roberto Carabajal, Fabiana Cacace, Lelia Sosa, Hugo Budini, Balet La Ribera, entre otros, representando diferentes zonas geográficas y folklóricas del país, que entonaron sus letras y melodías. Un merecido momento para volver a escuchar muchos de los eternos clásicos del cancionero nacional.