Autores: Felipe Pigna y Mariana Pacheco
Corría el año 1935 cuando Esteban Laureano Maradona volvía en tren desde Paraguay con destino a la ciudad de Tucumán. Había cumplido 40 años y venía de pasar tres años en tierra guaraní atendiendo a los heridos de la sangrienta Guerra del Chaco Boreal, entre aquel país y Bolivia. Regresaba a la Argentina dispuesto a instalar un consultorio en Buenos Aires, donde vivía su madre. Pero pensaba hacer algunas escalas en Salta, Jujuy, y Tucumán, donde vivía su hermano Juan Carlos, entonces intendente de la capital provincial[1].
Nunca imaginó que aquel 2 de noviembre su vida daría un vuelco inesperado. En la estación formoseña conocida como “Km 234” del paraje Guaycurú[2], también llamado Estanislao del Campo, una voz desesperada se alzó entre los viajeros pidiendo auxilio. Necesitaban un médico para asistir a una mujer que hacía varios días intentaba dar a luz. Así recordaba Maradona este momento trascendental de su vida: “Un grupo de personas preguntaba a voz en cuello si algún pasajero se animaba a asistir a una parturienta en estado de gravedad. (…) Tomé mi maletín. Subí a un sulky. De las riendas tiraba una mujer cincuentona. (…) El parto fue difícil. La parturienta en verdad estaba grave. Se llamaba Mercedes Almirón y a mano saqué a esa criatura, una nena”.[3]
Cuando regresó a la estación a comprar un pasaje para el siguiente tren se encontró a una multitud que se había congregado y reclamaba sus servicios. “Tal fue la noticia que en dos horas se había propagado… De golpe me vi rodeado por un indiaje astroso, bárbaro. Patente recuerdo algunos rostros como de animales chúcaros, ariscos, y, al mismo tiempo graves, profundamente necesitados. (…) Puedo ver esos rostros con absoluta nitidez: narices, lóbulos de las orejas mutiladas con tatuajes; manos como de cuero se me extendían suplicantes. Me arremangué, empecé a atender y me quedé con ellos…”, recordará años más tardes. [4]
La escala en aquel inhóspito lugar se extendió durante más de cincuenta años, donde el médico, filántropo, naturalista y escritor, vivió con una austeridad franciscana sin luz, ni gas, ni teléfono atendiendo a los humildes pobladores de la zona, muchos de ellos habitantes de comunidades aborígenes. En su homenaje el día de su nacimiento se recuerda en nuestro país el día del médico rural.
Esteban Laureano Maradona nació el 4 de julio de 1895 en Esperanza, Santa Fe, donde su padre se encontraba circunstancialmente para inaugurar el Primer Congreso Agrícola del país. Fue el noveno hijo del matrimonio de Encarnación Villalba y Waldino Maradona. Más tarde la familia se trasladaría a “Los Aromitos”, una estancia en Barrancas, que su abuela había heredado sobre las costas del Río Coronda, también en Santa Fe, donde pasó su infancia. Cursó sus estudios secundarios en la capital de la provincia y más tarde se trasladó a la Capital Federal para estudiar medicina en la Universidad de Buenos Aires.
“No me gustaba ese aire elitista y aristocrático que tenía la universidad de aquel entonces. Los estudiantes iban con galerita, y yo, como buen rebelde, aparecía por las aulas con un enorme chambergo de tipo criollo”,[5] dijo en una ocasión. Entre sus maestros se encontraron Bernardo Houssay, Pedro de Elizalde, Nerio Rojas, Gregorio Aráoz Alfaro.
En 1930 se graduó de médico[6] y viajó a Resistencia, Chaco, donde instaló un consultorio. Viajó a la Isla del Cerrito, donde la lepra hacía estragos e impulsó la construcción de un lazareto para la atención de los enfermos. Publicó numerosos artículos en el periódico La voz del Chaco y dictó conferencias sobre diversos temas como lepra, lactancia e incluso sobre los alcances de la ley 9.688, de accidentes de trabajo, donde se granjeó no pocas enemistades por asesorar a los trabajadores sobre cómo defender sus derechos. “Los capitalistas me tenían entre ojos, y como yo atacaba al gobierno militar del señor Uriburu, la policía me perseguía”. [7]
Fue entonces, al terminar la guerra, que Maradona regresó a la Argentina y se encontró con su destino de médico rural en Estanislao del Campo. Cobraba muy poco e incluso atendía gratis a los habitantes de las comunidades indígena del lugar, formada por tobas, matacos, mocovíes, pilagás. Así lo recordaría tiempo después: “Cuando conocí a los indios comprendí que eran seres postergados, que habían soportado siglos la explotación, el desprecio y el olvido. Sentí un gran dolor en el corazón”.[9]
En varias oportunidades fue nominado para el premio Nobel. “No quiero recibir el Nobel. Y si me obligaran, donaría todo el dinero para la niñez. Porque, una vez que yo parta, no quiero que quede un solo chico sin saber leer, escribir y sin atención médica. Ellos son los verdaderos dueños del país”, manifestó alguna vez[10].
Dejó varias obras escritas, entre las que se destacan El problema de la lepra, El problema del vinal, A través de la selva, libro editado en 1936 y 1972, donde expone las costumbres de los aborígenes y sus problemas; Recuerdos campesinos, sobre las costumbres de gauchos; un estudio de árboles y arbustos y sus propiedades medicinales, que llamó Dendrología; Animales cuadrúpedos americanos, Aves, Plantas cauchígenas, Historia de la ganadería argentina, Vocabulario toba-pilagá y Páginas sueltas, que reúne su labor periodística[11].
En 1986 se enfermó y volvió a su provincia natal donde pasó sus últimos años de vida con su familia. “Declinando por la ley biológica, como hojas que caducan con el tiempo, espero el término de mi vida en este lugar donde transité los primeros años de mi niñez”, escribió en una carta a Tomás Martínez en octubre de 1988. Murió el 14 de enero de 1995, en Rosario, a los 99 años.
Referencias:
[1] Justo Lindor Olivera, Doctor Maradona, Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1998, pág. 98.
[2] El nombre Guaycurú era “un apelativo guaraní para el grupo étnico que vivía en los comienzos de la conquista hispana en la región chaqueña, desde el Río Pilcomayo hasta el Río Verde”, en Branislava Susnik, Dimensiones migratorias y pautas culturales de los pueblos del Gran Chaco y su periferia, enfoque etnológico, pág. 12, citado en Cirilo Ramón Sbardella, Un perfil del Dr. Esteban Laureano Maradona, Formosa, Universidad de Formosa, 1996, pág. 19
[3] Jorge Montagnaro, “Esteban Maradona, el médico de todos”, en Siete Días, Año XIV, Nº 708, 1981, pág. 18, citado en Justo Lindor Olivera, Doctor Maradona, Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1998, págs. 99-100.
[4] Montagnaro, citado en Justo Lindor Olivera, pág. 103.
[5] Santiago Rodríguez Borner, Capítulos. Investigación inédita sobre la vida del Dr. Esteban Laureano Maradona, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 1997, pág. 27-28.
[6] Justo Lindor Olivera, Doctor Maradona, op. Cit., págs. 71-72. El autor consigna que el original del diploma, en poder del Dr. José Ignacio Maradona, data del año 1930, libro 5, folio 30, bajo el número 239.
[7] Jorge Tartaglione, Héroes argentinos. Doce médicos que hicieron historia, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2018, pág. 222.
[8] Justo Lindor Olivera, Doctor Maradona, op. Cit., pág. 93.
[9] Diario Clarín, 25 de agosto de 1989, pág. 47; citado en Cirilo Ramón Sbardella, Un perfil del Dr. Esteban Laureano Maradona, Formosa, Universidad de Formosa, 1996, pág. 58.
[10] Diario La Prensa, 26 de septiembre de 1993, en Justo Lindor Olivera, Doctor Maradona, pág. 245
[11] Santiago Rodríguez Borner, Capítulos. Investigación inédita sobre la vida del Dr. Esteban Laureano Maradona, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 1997, pág. 86-89.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar