Será restaurada y abierta desde el año próximo como un espacio donde los niños, niñas y sus familias podrán disfrutar de canciones y juegos. Funcionará como un punto de encuentro.
La casa donde la escritora y cancionista María Elena Walsh nació y vivió su infancia, en el distrito de Morón, en cuyo fondo aún está el jacarandá que la autora veía «nevar» y al que el viento hacía «cosquillas», será restaurada y abierta desde el año próximo como un espacio donde los niños, niñas y sus familias podrán disfrutar de canciones y juegos.
«La casa debe ser restaurada, pero no solo para recuperar los espacios y rincones que tengan que ver con la identidad de María Elena y su infancia, no es nuestro propósito transformar el lugar en un museo con recuerdos u objetos de ella sino transformar el lugar en un espacio en el que se recuerde y rinda homenaje a María Elena Walsh recreando el espíritu de su obra a través de lo lúdico, de lo recreativo, de lo emocional», explicó a Télam el secretario de Comunicación del municipio de Morón, Fernando Torrillate.
Se trata de una casa ubicada en la calle Tres de Febrero 547, en Villa Sarmiento, donde el 1 de febrero de 1930, a las 8 horas y 5 minutos nació María Elena Walsh, una de las máximas referentes de nuestra cultura, hija de Enrique Roberto Walsh y Lucía Monsalvo. Como ella misma contó a sus pequeños lectores en su libro «Chaucha y Palito», era «la casa grande».
«Me crié dentro de lo que se llama clase media, es decir ni rica ni pobre. Mi casa era muy grande, con jardín, patios, árboles frutales, gallinero, perro, gato, canarios, tortuga, bicicletas, libros y pianos. ¿Qué más se puede pedir?», escribió en el Cuento de la Autora, incluido al final del mencionado libro.
Esa «casa muy grande», donde María Elena compartió la niñez con su hermana Susana y otros 5 hermanos de parte de su padre, aún está en pie, con el deterioro propio de una casa que estuvo deshabitada mucho tiempo.
Es una casa de una planta, de ambientes amplios, dormitorios con piso de parquet, paredes gruesas, techos altos, ventanas con postigos de dos hojas y puertas anchas de madera pintada de gris y verdeagua y las que dan al patio con puerta mosquitero también. Y allí, en el patio de lajas, el jacarandá, cuyas flores celestes tanto impresionaron a la autora que le dedicó una canción, donde habla de «ver qué bonito nieva/del jacarandá» y cuenta que «el viento le hace cosquillas/al jacarandá».
En ese patio jugó con sus hermanos, primos y vecinos. «Vivía armada de cartucheras, casco de explorador, arco y flechas, revólveres, hachas de piel roja y escopeta de corchito al hombro», recordaba la escritora en uno de los fragmentos de Cuentos de la Autora.
Fue a una escuela pública y, como ella contó, cuando terminó la primaria también se acabó «la buena vida en la casa grande». Su padre se jubiló «y hubo que reducirse a casa chica y tirar por la borda juguetes, gallinero, descomunales roperos de luna y tantas otras felices abundancias», dijo María Elena.
Torrillate explicó a esta agencia que por lo que pudieron investigar, «la casa fue comprada por el papá de María Elena a «The Buenos Aires Western Railivay Limited Compañía del Ferrocarril del Oeste de Buenos Aires Limitada», según escritura del 12 de junio de 1923. Él trabajaba como jefe de contaduría en la estación de Ramos Mejía.
«En 1950, tres años después de la muerte de don Enrique Leandro Helguera y Ramón Melgar, representantes de ´La Chapelle, Instituto Médico de Reposo´ compraron la propiedad con la intención de expandir la clínica. Ese era el neuropsiquiátrico al que se refiere María Elena en ´Chaucha y Palito´, que quedaba a la vuelta de la casa grande», destacó Torrillate.
María Elena lo relató así: «Junto a la casa grande habían instalado un manicomio. Los pobres enfermos cantaban y peroraban a grito pelado todo el día y de noche nos aterraba su vecindad. A veces, por arriba del alto muro que reemplazaba a un democrático alambrado con puerta y todo, los locos nos tiraban regalitos: muñecos de papel plateado, higos verdes envueltos en un retazo, cajas de fósforos decoradas con pinturitas».
«En 1954, Astranik y Dikran Bokhdjalian compraron la propiedad y la conservaron hasta que fue adquirida el 9 de abril de este año por el Ministerio de Cultura de la Nación y cedida al Municipio de Morón», apuntó Torrillate.
La familia Walsh se mudó. «Empezaba la época de los departamentos y el disparate social de vivir como sardinas en lata, ignorándose entre vecinos, mientras que antes- en eso que hoy se llama Gran Buenos Aires- el vecindario parecía sucursal de la familia (…) Quizá para consolarme de tantas desdichas empecé a escribir versos», rememoró la cantautora en ese texto escrito en «Chaucha y Palito».
«El intendente (de Morón) Lucas Ghi entendió que, dada la trascendencia histórica de María Elena Walsh y de su obra, la enorme influencia que ella tiene a lo largo de muchas generaciones y su importancia como poeta y como mujer, era importante avanzar en la idea de recuperar su casa natal para abrirla a la comunidad», explicó el secretario de Morón.
Detalló que el proyecto de recuperación de la casa prevé organizar «cuatro o cinco salas, un auditorio, baños, un espacio al aire libre, la idea no es exponer objetos de María Elena, armar un museo, los objetos tendrán su lugar pero la idea es que la casa sea un punto de encuentro donde puedan venir los chicos y sus familias a disfrutar actividades recreativas y lúdicas».
«Estamos trabajando en la perspectiva de que los vecinos, las familias, los niños y niñas puedan llenar ese lugar de la luz transformadora, la alegría creativa y la imaginación generosa que nos dejó María Elena, asistiendo a espacios de juegos, de participación y también de producción cultural y de disfrute y esparcimiento. Es un enorme desafío crear una ´oferta´ cultural que esté a la altura de una obra tan genial y trascendente como lo es la de María Elena», explicó Torrillate
En ese sentido, anunció que desde el municipio están buscando a vecinos y compañeros y compañeras de barrio y escuela de María Elena.
«La Unidad de Gestión Comunitaria municipal N° 7 de Villa Sarmiento viene haciendo un trabajo de investigación muy importante en la zona, visitando instituciones, entrevistando vecinas y vecinos y recogiendo documentación para correrle el velo a esta hermosa historia. Aún no encontramos vecinos que hayan convivido con ella, pero seguro habremos de encontrarlos», dijo entusiasta.
Precisó que María Elena «egresó en el año ’41 de la escuela primaria n° 21, que queda a pocas cuadras de allí, también en Villa Sarmiento, y es posible que, aunque sean muy mayores, existan algunas personas que aún vivan y que la hayan conocido».
Torrillate confirmó que están definiendo con el Ministerio de Cultura de Nación «el proyecto conceptual y arquitectónico»; esperan poder licitar y comenzar la reforma este año para poder abrirla a principios del año que viene.
La mirada de Fernando recorrió los ambientes de esa casa donde hay mucho que restaurar pero confía que el año próximo haya niños y niñas corriendo y riendo con los sones de «Manuelita» o el «Twist del Mono Liso» y por siempre se homenajee a María Elena «cantando al sol como la cigarra/después de un año bajo la tierra/igual que un sobreviviente/ que vuelve de la guerra».