Jardin de Noticias

El santafesino que le devuelve la vida a los vitrales de todo el país


Fabio Huser dirige un equipo de especialistas dedicado a restaurar esas vidrieras hechas con piezas de vidrio pintado o cubierto con esmaltes, consideradas obras de arte. Realizaron trabajos en Jujuy, Buenos Aires y otras provincias. Aquí, en Casa de Gobierno, la Basílica y la UNL.

Para el restaurador, las bases del trabajo son el respeto por el valor intrínseco que imprimió el autor en el vitral, y la plena conciencia por el resguardo del patrimonio.

Foto: Mauricio Garín

Luciano Andreychuk

Quizás a Fabio Huser, 37 años, nacido en barrio María Selva, nunca se le ocurrió que antes de largarse a estudiar Ciencias Económicas, su verdadera pasión lo iba a llevar a hacer algo que está en las antípodas de los fríos cálculos matemáticos y contables. Soltar todo y largarse, como dice una vieja canción: empezó a restaurar vitrales. Y le fue bien, o acaso mejor que bien.

Un vitral —o vitraux, para quienes prefieren expresiones afrancesadas— es una vidriera policromada hecha con vidrios de colores, que están pintados o recubiertos con distintos esmaltes, y unidos por varillas de plomo. Se trata de una técnica artística que tiene siglos de antigüedad: hay ejemplos de vitrales magistrales en iglesias y museos en toda Europa, Estados Unidos y Asia.

Pero es una técnica “desacralizada”, hoy en encaramada sobre los hombros de la new wave de la decoración vintage: se utiliza para embellecer interiores, y hasta en los panteones de los cementerios. En Santa Fe se ven en las iglesias y en los edificios administrativos y patrimoniales, como Casa de Gobierno o la UNL.

Huser aprendió primero a producirlos, como un hobbie, hace 14 años. Luego empezó a hacer vitrales por encargo. Aprendió en forma autodidacta la restauración de estas obras, pieza por pieza, con la paciencia de un monje budista. El tiempo pasó y hoy su emprendimiento ya lleva restaurados vitraux de 36 iglesias de todo el país, incluida la Basílica de Guadalupe. Está haciendo trabajos en Jujuy, Buenos Aires y en Santa Fe.

Su empresa (FLH Vitrales), con sede en la ciudad, fue elegida emprendedora del año en el marco de la Competencia Naves que organiza la Universidad Austral. Y hoy, Huser y nueve vitralistas que trabajan con él tienen el mayor desafío: restaurar los vitrales de la Casa de la Cultura, que está siendo reparada desde hace tres meses. “Será nuestro broche de oro para dejar un legado en la ciudad”, cuenta Huser en diálogo con El Litoral. Allí hay 12 aberturas con vitrales que tienen más de 40 paneles cada una.

Desafiante

“La restauración de un vitral es una actividad desafiante, porque se trata de desandar el proceso de su creador. Si bien a veces se deben reemplazar faltantes de piezas de vidrio, limpiar y volver a colocarlas, para lograr esos pasos debemos saber qué hizo el que lo creó en ese momento, en su época. Ésas son las bases de trabajo: respetar al autor, y en plena conciencia por el resguardo del patrimonio”, explica.

La primera obra de restauración a gran escala de Huser y su equipo fue sede de Rectorado de la UNL. Y la segunda, la Basílica de Guadalupe. Desde 2004 empezaron con los vitraux de Rectorado de la UNL, del techo de Casa de Gobierno, juzgados federales, entre otros edificios.

12_C_HUSERVITRAL2.jpg

Era vintage. En las decoraciones de interiores, se están utilizando mucho los vitrales: además del aspecto artístico, dejan lugar al paso de la luz.

Foto: Facebook FLH Vitrales

Cómo es el proceso de la restauración

“Lo primero es hacer el relevamiento sobre estado del vitral. Es decir, qué tipo de elementos tiene (vidrios, plomo, esmaltes). Cuando faltan piezas de vidrio, por ejemplo, se hace una intensa búsqueda: aquí en Santa Fe tuvimos la suerte de conseguir piezas ausentes de décadas de antigüedad, y fueron repuestas”, relata el restaurador.

Una vez que todo el vitraux fue relevado y ya conociendo las condiciones en que está, se lo retira de la ventana o de la abertura en que esté y se lo lleva a taller, que es una especie de laboratorio “sagrado”. “El restauro por política nuestra se hace siempre en taller. Porque la línea de procesos de restauración que está armada (en el taller) es muy ajustada, entonces es más rápido el proceso, y más prolijo”, dice Huser.

Y puso un ejemplo de la importancia de trabajar allí. “En Jujuy nos encargaron trabajos. Pero a los vitrales los trajimos a Santa Fe, los restauramos y en un viaje a la provincia norteña los colocamos, ya listos. Todo ese proceso se hizo en el taller, y fue desde desarmar el vitral hasta replicar las piezas que faltaban, volver a armar el vitral hasta, finalmente, colocarlo en su lugar”.

Dependiendo del estado de un vitral, su restauración puede llevar unos pocos días hasta varias semanas, en caso de que le falten muchas piezas. Pero a Huser los tiempos no le importan demasiado: la pasión pasa por dejarlo lo más intacto que se pueda, recuperar el sello inmanente de su creador y cuidar como un tesoro esos restos vidriados que recuerdan que la cultura debe siempre estar viva si se preserva.

Ser autodidacta

La formación de Huser en restauro de vitrales fue casi toda autodidacta, pero siguiendo varias técnicas. “El proceso fue muy enriquecedor porque a cada paso que aprendía me preparaba para el siguiente. La primera parte fue con un profesor que me enseñó la técnica Tiffany, y luego avancé con las técnicas de plomo que son más antiguas”, narra.

Un maestro vitralista le abrió sus puertas en Buenos Aires (Jorge Curutchet, ya fallecido). Allí aprendió mucho, dice. “Desde 2012 tengo un maestro vitralista (Antonio Estruch). Nos eligió a nosotros para que de alguna manera sigamos su camino. Pero además, voy prendiéndome de todos los saberes, porque la inquietud autodidacta para mí es fundamental”.

12_B_HUSERVITRAL1.jpg

Solemne. Uno de los tantos trabajos de restauro que realizó el emprendimiento de Fabio Huser.

Foto: Facebook FLH Vitrales

Valor intrínseco por sobre todo

Su emprendimiento tiene como una meta central ampliar la fabricación de vitrales propios, sin dejar hacer restauraciones. En esto último, “siempre la meta es sostener un sentido de conservación del patrimonio histórico. Es muy importante para nosotros conservar lo que denominamos el valor intrínseco del vitral, que son los vidrios, los esmaltes, los colores y la firma de su autor”, define el restaurador.

Fuente: http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2018/01/29/metropolitanas/AREA-04.html