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«Si firmo Cuchi, me siento más contento que opa en sulky»


Hace 50 años, El Tribuno estuvo con Gustavo Cuchi Leguizamón. Habló de su apodo, de amor, política y comidas.

Luis BorelliLuis Borelli

Una noche de noviembre de 1968, un periodista de El Tribuno se presentó en la casa del Dr. Gustavo «Cuchi» Leguizamón para hacerle una entrevista, más bien a deshora. Por entonces, el músico y compositor vivía en la calle Balcarce al 600, frente a la Sociedad Española. Y la charla era para una nueva columna que don César Perdiguero había creado en el diario. Se llamaba «Sobremesas insólitas».

No bien el equipo de El Tribuno ingresó a la casa del músico, el Cuchi Leguizamón salió detrás de su inmenso piano de cola, mientras doña Emma Palermo, su esposa, lidiaba a brazo partido con el cuarteto integrado por sus changuitos Juan Martín, José María, Delfín Galo y Luis Gonzalo.

El periodista, impresionado por la cantidad de instrumentos musicales que Leguizamón tenía a su alrededor, le preguntó: «Cuchi, ¿cuántos tenés en esta salamanca…?».

«Mirá… tengo el piano, un acordeón, un cuchillo, dos serruchos y una cuchara i’ palo. Pero además, tengo un xilofón, una flauta y un armonio que se llama El Tuerto, igual que yo…».

Se produce un silencio y de improviso el periodista abre el fuego tirando a quemarropa: «¿Sos vanidoso Cuchi?».

«Profundamente… solos los canallas se hacen los humildes. No hay otra…». El preguntón no se amilana y ahí nomás arremete con una pregunta insólita: «¿Te gusta que te llamen o te digan Cuchi?».

«Mira, a veces creo que es otro el Cuchi y no yo. Se me hacen unos líos tremendo en el mate. No estoy muy actualizado con esto…. Porque el «Cuchi Leguizamón’ es el que toca el piano, es al que muchos saludan en la calle. Pero cuando firmo Gustavo Leguizamón tengo que ser el abogado, el doctor, el profesor que rubrica el libro de asistencia en el Colegio Nacional y el que da clase a los alumnos. Todas esas cosas tontas y estúpidas. En cambio si firmo «Cuchi Leguizamón’ me siento más chocho que opa en sulky, estoy de fiesta…».

Los silbadores

De inmediato el periodista cambia el ángulo de tiro y le espeta a su interlocutor: «¿Qué sientes cuando escuchás que alguien silba una composición tuya?».

«Una formidable sensación de placer. Me encanta. Siempre me encanta. Pero cuando eso sucede también me encanta preguntarle al silbador si sabe de quién esa música… Y como nunca saben… entonces me da una rabia…».

Y otra vez una pregunta a quemaropa: «¿Si vos no hubieras sido el Cuchi Leguizamón, que te hubiera gustado ser?».

«Y Cuchi nomás pues…. Serás lo que debas ser o si no no serás nada…. Eso nunca lo pude entender, pero me encanta repetirlo…. Ahh, y te digo algo más, en la otra vida voy a ser un general….».

El Cuchi gobernador y su gabinete con mujeres

Decime Cuchi ¿si te nombraran gobernador, cuales serían tus primeras medidas?

Primero: ocuparme de abaratar la vida. Hay una injuria brutal que yo no se como la gente aguanta. En la plaza 9 de Julio pondría una feria para vender la carne a cien pesos.

Segundo: promovería la obra pública para que la gente tenga trabajo. Obras de cualquier cosa. Plata se consigue… La cuestión es saber pedir. No hay que tener prejuicios para pedir, porque nosotros le estamos pidiendo a la Nación lo que es nuestro pues…

Y tercero: hay mucha gente en Salta que hay que saberla aprovechar. Hay que hacer que colabore, que trabaje. La gente sabe hacer muchas cosas…

¿Y tu gabinete cómo sería?

Haría una formidable innovación. Nombraría mujeres en el gabinete. Cualquier madre salteña podría ser la mejor ministro de Economía que tendríamos. No se le podría meter la mula ni mentir.

¿Y el ministerio de Gobierno?

Lo que hay que hacer ahí es sencillo. Se pone a alguien que lo haga andar bien al jefe de Policía y listo el pollo… Otra cosa, dejaría cesante a todos los funcionarios de Tesorería, Tribunal de Cuentas y Contaduría y podría tres mujeres con un libro para que anoten lo que se paga y lo que se debe. Gobernar es fácil. Cualquier vieja de Salta sería la mejor gobernante del país. Lo que hace falta es un poco de sentido doméstico…

¿Que hace una mujer cuando se levanta? Lo primero que hace es hacer barrer la casa, sacar las inmundicias, la basura… todo lo que está de más. Luego hace lavar la ropa, cocinar, dar de comer… y la plata por supuesto, no se discute, se la tiene que traer el marido. Eso en este caso, es la Nación o si no tiene que venir de los recursos naturales… Acaso, ¿puede aguantar una casa, por más hacendosa que sea la vieja, si la sabotean y no le dan plata? No pues. Entonces, ¿qué tiene que hacer el gobernador? Tiene que mandarse a cambiar y decir que si no les dan plata suficiente se va, porque no pueden hacer los papelones de no poder cubrir las necesidades fundamentales de la provincia.

El tío Delfín y los sablazos del gobernador

“Mi tío Delfín era un caudillo político y un día encuentra a su mamá, Carlota Cobo, haciendo rezar a todas las mujeres de la casa. El primero un rezo por el inventor de los fósforos pues no era lindo andar con la pajuela y el yesquero. El segundo rezo, por la vida del gobernador. Al escuchar esto, Delfín le dice a mi tía: «Pero mama, él me tiene preso y a los sablazos y usted rezando por él?’. «Si hijito, pero es que el que viene siempre es peor que el otro”.

Cuchi ¿cual es tu especialidad como gastronómico?

En un tiempo eran los pescados, pero ahora los he desalojado de mis preferencias culinarias. Ahora me dedico a las comidas surrealistas. Se me ha ocurrido inventar, por ejemplo ranas con sorbetes de quirusilla. También hago una carbonada de charqui que es para chuparse los dedos. Es más rica que la sajta.

La carbonada de charqui y las ranas con sorbete de quirusilla

¿Por qué no me dictás tu receta de la carbonada de charqui?

Meta, y ya no más. Se agarra medio kilo de charqui, se lava bien y se lo mete al horno unos quince minutos. Lo sacás y lo majás (machacar) en el mortero o en la piedra. Después, se lo tisa, y una vez que está bien tisado, ya podés hacer la grasita colorada (pimentón), con cebolla verde y unos dientitos de ajo; se pica un poco de tomate y se deja cocinar. Cuando ya está, se tira el charqui tisado; se revuelve y se yapa unos cucharones de caldo. Se corta zapallo y la papa en cuadraditos y unas ruedas de choclo. Al final, se echa la papita, el zapallo, las ruedas. Se pone un poquito de cebolla de verdeo y se raya encima unos seis huevos duros…

Y luego el Cuchi reflexiona: «Yo tengo dos profesiones de las cuales me enorgullezco, y dos de las cuales me avergenzo. A veces me enorgullezco de ser músico y cocinero. Y me da mucha vergenza a veces confesar que soy abogado y, además, político».

Sobre el amor

Cuchi ¿cómo definirías el amor?

El amor es una mansa costumbre. Además es un ataque. Lo que pasa es que el corazón es menos noble que el hígado porque si a vos te ataca el hígado, dejás de tomar y te curás, pero cuando te atacás el corazón, viene otro amor y entonces no te curas más.

¿En tu vida queda tiempo para la tristeza?

Yo aparento ser alegre pero resulta que todo lo que hago en música es muy triste. No sé qué me pasa.

¿Cómo defines al salteño?

El salteño es muy parecido al griego. En Salta hay buen clima y en los lugares de buen clima, la gente sale de la casa. Adentro de la casa no se puede pensar. Entonces, en todo salteño hay un pensador, un filósofo… Además, como tiene mucho tiempo, es muy imaginativo…

¿Qué opinás de los cotos del interior?

Es una gran receta para defender grandes cosas. Porque una familia que está al borde de la quiebra, que no tiene nada, vive muy orgullosa porque en el ropero guarda la vaina del sable de un guerrero de la independencia… Es formidable. Lo que el salteño tiene son prevenciones sociales. Es que aquí hay 284 clases sociales…

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/nota/2018-11-11-0-0-0–si-firmo-cuchi-me-siento-mas-contento-que-opa-en-sulky