Recorriendo los orígenes…
A lo largo de la historia el tomar mujeres como prendas de cambio, trofeo de guerra u objeto de transacción y de comercio ha sido una práctica habitual, caracterizada por el rapto, la separación violenta de la familia, la obligación forzada a la práctica sexual y la incorporación a la fuerza de trabajo del grupo agresor.
En el primer asentamiento del territorio, cuando se fundó el Fuerte Sancti Spiritu, la crónica de Ruy Díaz de Guzmán (1598-1612) da origen a la leyenda. Allí se cuenta que entre los españoles recién llegados está Sebastián Hurtado, quien se instala con su esposa, Lucía Miranda, en el fuerte, allá por 1532. Cual épica reiteración de la tragedia de Helena de Troya, la belleza de Lucía enciende el deseo de los caciques timbués, los hermanos Siripo y Mangoré y desata la violencia por la posesión de una mujer.
Los timbués destruyen el fuerte y toman cautivas a Lucía y otras mujeres. Enterado de la situación, Sebastián trata de rescatar a su esposa y cae prisionero. Siripo le ofrece un intercambio de mujeres, quedándose él con Lucia. Sebastián y Lucia no aceptan esta opción y ambos mueren como mártires. Otra versión relata que la pareja acepta, pero no pueden renunciar a su amor, son descubiertos por el jefe indio y allí mueren. El desenlace de esta crónica es la muerte de la pareja; los detalles difirieren según el cronista.
En los orígenes de la ocupación del territorio santafesino, salvando todas las distancias temporales y culturales, esta lejana leyenda nos trae el relato de la voluntad de dominio de los varones sobre las mujeres y más allá del tiempo transcurrido su persistencia nos mueve todavía a la reflexión.
Fuente: http://museojuandegaray.gob.ar/novedad/130/una-helena-de-troya-criolla