Hace 70 años la compositora Chabuca Granda puso punto final a uno de sus temas más venerados. Era su quinta canción y varias fueron sus fuentes de inspiración, entre ellas el andar garboso de una vieja amiga y una fiesta en casa de un doctor en la que tuvo un sorprendente rapto de inspiración.
De todas las partes que componen La Flor de la Canela, acaso un segundo himno nacional para todo peruano, la que más le costó a Chabuca Granda elaborar fue su segundo verso.
La compositora tenía escritos el primero de ellos y el coro desde hacía un año, 1949, pero a su gusto faltaba algo más, un nuevo motivo melódico que hiciera especial y elevara su composición a un nivel superior de expresividad. Ese algo llegó a su inspiración un 7 de enero de 1950.
Como cuentan los testigos de esa noche, entre ellos el fallecido Oscar Avilés, Chabuca Granda había acudido a la fiesta de cumpleaños del Dr. José Moreno, quien vivía en el número 32 de la Plaza 2 de Mayo. Ese día, entre guitarras y cajones, en versión de Avilés, Chabuca escuchó un estilo de cantar muy expresivo en algunos presentes, una distinguida forma de alzar la voz a mitad de una canción que Avilés definía como propia de los músicos del distrito de La Victoria. Ese clímax de emoción la inspiró de tal forma que fue donde La Primera Guitarra del Perú y le dijo “esto es lo que necesito para mi canción”.
La imagen la cuentan de forma cinematográfica, como una epifania de madrugada. Granda se quedó absorta mientras algo bullía en su cabeza, luego caminó hasta el balcón, abrió la ventana y ahí mismo se puso a cantar, en el tono alto que descubría, la parte que le faltaba. “Déjame que te cuente, limeño, ay déjame que te diga, Moreno, mi pensamiento. A ver si así despiertas del sueño, del sueño que entretiene, Moreno, tu sentimiento”.
El Dr. Moreno no podría haberse sentido más halagado ese día.
Ese madrugada, Chabuca culminó su canción y así lo dejo apuntado en su diario. Era un 7 de enero de 1950.
Un homenaje para una vieja amiga
Sobre La Flor de la Canela se ha escrito mucho y es una historia siempre fascinante. Un texto muy recomendado es el de Pepe Ladd, que ha investigado sobre el origen y quienes lo grabaron.
La primera inspiración le vino a Chabuca Granda luego de despedirse de su amiga, la señora Victoria Angulo Castillo de Loyola, quien la fue a visitar a la Botica Francesa, del Jirón de la Unión. Ahí la cantautora peruana se desempeñaba como “demostradora de productos de la firma Helena Rubinstein”. Como cuenta Jorge Berrios en otro texto imperdible sobre la génesis de la canción, “al evidenciar que en su cabellera [de Angulo] ya peinaba canas, pudo captar un rubor en las mejillas de aquel fino rostro, surgiendo así los versos de “jazmines en el pelo” y “rosas en la cara””.
La señora Angulo vivía en el Rímac y para llegar a su casa debía de cruzar todos los días el antiguo Puente de Palo rumbo a la Alameda de Tajamar, en lo que hoy es el puente Santa Rosa, al final de la Avenida Tacna. Ese es el andar garboso al que se refiere la compositora, cuando piensa en “la vereda que se estremece al ritmo de su cadera”.
Otra fuente de inspiración, acaso menos imaginada, fue una charla del Dr. Raúl Porras Barrenechea, en la que Chabuca estuvo presente, llamada “El río, el puente y su alameda”, una frase que, desde que la escuchó, le gustó mucho a la autora de Cardo y Ceniza. Sobre esas palabras elaboraría más tarde su famosísimo estribillo final.
Chabuca estrenaría su canción completa meses después, un 21 de julio de 1950, en el cumpleaños de su amiga Victoria Angulo, que apagaba ese día 59 velitas. Aunque el tema encantó a todos los presentes y se le veía pasta de éxito, su ruta a las radios y la fama no fue sencilla. Tendrían que pasar aún tres años para que esta pudiese ser grabada y presentada por un conjunto peruano.
La Flor de la Canela fue lanzada primero por Los Morochucos, en 1953, en una versión que no funcionó. Como especula Pepe Ladd en su blog, quizá la versión de estos fue considerada muy sofisticada para el gusto de la época. Cita una entrevista del 2008 al “Carreta” Jorge Pérez, recordada voz de Los Troveros Criollos -publicada en el libro Celajes, Flores y Secretos-, quien se expresaba así sobre el fracaso de la versión. “La estrenaron con una elegancia tal, que se constituyó en un vals para la élite, para gente distinguida. No fue para el pueblo, pues. No fue para el pueblo”.
Serían Los Chamas, un año después y con un arreglo más popular aunque siempre sofisticado en sus partes vocales (que era su marca), los que llevarían el tema a la fama. Curiosamente, los Chamas publicaron la canción como un lado B. Tradicionalmente, los lados B eran considerados “rellenos” o temas de menor importancia. Se especula que la disquera Sono Radio quizá lo habría decidido así ante el fracaso de la versión de Los Morochucos. Como sea, la versión de los Chamas se impuso felizmente en la radios, fue un éxito en todo el Perú y la historia para Chabuca y su tema tuvo el mejor final posible. //