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Radiografía de un hombre inquieto


Cien años del Coco Botelli

Fotografía de portada Alejandro Ahuerma

Pachula recuerda a su padre, al cumplirse un siglo de su natalicio. Vivía sin tiempos para el ocio, “todo el día estaba pensando y creando”, asegura.

Por Marina Cavalletti

En 2006, cinco años antes de su muerte, José Juan Botelli escribió su epitafio: “Me hubiera gustado no morirme nunca”. Su deseo no se cumplió en el plano de lo corpóreo, pero sí en la dimensión del arte, que, de algún modo, fue su aliada porque “El Coco” logró eternizarse en sus obras.

Un 10 de febrero de 1923, hace un siglo, este hacedor de historias, música y poesía llegaba al mundo para escribir algunas de las páginas más importantes de la historia cultural del NOA.

Sus obras fueron grabadas por artistas de la talla de Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Jorge Cafrune, Horacio Guaraní, Melania Pérez, Las Voces del Huayra, Los Cantores del Alba, José Larralde y otros. Además, pergeñó canciones con Juan Carlos Dávalos, Antonio Nella Castro, Miguel Ángel Pérez y Jacobo Regen, entre otros poetas.

Por eso, para celebrar su trazo indeleble, hoy a las 11 horas, en el Paseo de los Soñadores (Ameghino y 20 de Febrero) se llevará a cabo el acto inaugural del ciclo homenaje en ocasión del centenario de su natalicio.

En este contexto, a lo largo de 2023 y hasta febrero de 2024, entre las actividades previstas para su homenaje estarán la mesa académica y cultural “José Juan Botelli” en la Biblioteca Provincial Dr. Victorino de la Plaza; visitas y exposiciones intercolegiales del proyecto “Necochea Nº 556”, además de números artísticos en el Teatro Provincial “Juan Carlos Saravia”, proyección de audiovisuales y conciertos en la Fundación Salta y conmemoraciones en Rosario de la Frontera y Cafayate.

En consonancia con ello, uno de sus hijos, Arturo “Pachula” Botelli, se abre a un diálogo en el que repasa el legado y la obra de aquel gran artífice que le dio la vida.

-Alguna vez, Jaime Dávalos definió a su padre como alguien “Humilde sin agachadas, paciente artesano de su propia vida” ¿coincide con la semblanza?

-Algo así creo que escribió Jaime. Fue amigo desde el secundario, ya a los 15 o 16 años se fueron de linyeras en tren hasta llegar a Entre Ríos y ver el Paraná. Ya viene, le dijo a la Nicéfora, su madre, y se fue como tres meses. Se comunicaba con la familia días después por carta o el telégrafo. Estaban todos como víboras, sin saber dónde andaba el Coquiflai (así le decía el Cuchi Leguizamón). Junto con Ramiro Dávalos con el cual salía a pintar, se fueron a Tucumán a estudiar música y Ramiro, pintura con Spilimbergo. Alojados en la casa del tío Midón.

Con el Cuchi Leguizamón. 

Con Arturo Dávalos será con el que repartirán juntadas familiares, de esposas e hijos. Arturo estaba casado con la filósofa Sara San Martín (fundadora del Movimiento literario de La Carpa, junto a Castilla y Raúl Galán). Jaime será su amigo, casi de la misma edad ellos, será quien se lo presenta al padre de todos ellos, don Juan Carlos Dávalos, quien fue como un padre para el Coco… de allí su libro sobre Don Sanca, como le decía a Dávalos. Grandes recuerdos de todos ellos, de cada uno de ellos, además de los otros hijos. El Coco había quedado huérfano de papá, el Juan Botelli, a los 4 años… así que es criado por sus hermanos y hermanas especialmente (contado por él) y los consejos de don Sanca, «padre espiritual y artístico, todo».

-A lo largo de su vida, publicó una veintena de libros ¿cómo describiría el vínculo del Coco con la literatura, en sus facetas como lector, poeta y escritor?

-Era gran lector, ávido, curioso. Siempre estaba atento a nuevas lecturas, compraba libros con edición Aguilar o se hacía traer novedades que amigos le acercaban, de la librería Salta, famosa en esos días. Allí vendía sus libros que editaba en su imprenta, ediciones El Coyuyo, editora que yo tomé para mis libros sobre la música en Salta.

-También fue ceramista, artista plástico, periodista y autor de más de 100 obras musicales ¿por qué motivo abrazaba esta diversidad de oficios?

-Era inquieto; todo el día estaba pensando y creando, eso del ocio creador no funcionaba. Nada de ocio. Mientras hacíamos los deberes con mi hermano Juan, él se aparecía con maderas y herramientas en donde estábamos para hacer los marcos de sus cuadros o se ponía en su taller. Allí tenía el horno de cerámica, el torno con el cual hizo su cama de quina y mi cama de cedro. Ambas de dos plazas para mi primer matrimonio allá por el 86. Estaba en un galpón en el fondo de la casa, un caserón de aquellos, en el cual vivimos aún con mi vieja Carmen Rosa. Así es que siempre estoy rodeado de sus actividades… aun es así… ya que soy también artista… músico. Él nos acercaba anécdotas o textos para engancharnos en la lectura, como la de los indios ranqueles de Mansilla o esas historias de Mark Twain… «fotografié la línea del ecuador en un viaje «… con eso nos tiraba un anzuelo. Se ponían a bailar y tocar y cantar En el Café de Chinitas, de Lorca, y nosotros con Juan meta joder con ellos, al diablo los deberes.

Escribía por la mañana… en un libro de actas y luego pasaba a su máquina. Años después, Juan le armó una PC para sus escritos en el diario El Tribuno en donde dirigió la página literaria por más de cuatro décadas y tuvo hasta que se murió en 2010 «La columna del Coco».

Carmen Rosa y Coco. 

-De su extensa producción, qué piezas destacaría como las fundamentales de su legado, hacia el público y al interior de su familia, y por qué?

-De sus obras musicales, todas. Porque cada una de ellas tiene su historia. Con José Ríos, La Felipe Varela La Juana Figueroa, que le cambió la letra, en el estribillo… «Encontrarse con su marido” decía originalmente, pero cómo iba a encontrarse con su marido si la mató. El Coco le propuso a José cambiar la letra para que se encontrara con sus creyentes, que andan por el cielo buscándola. Así era.

Escribió con cada poeta amigo una canción, poema y música. Decía: «igual que los lieder europeos”, se jactaba y largaba una carcajada. Las obras de carácter o proyección, como remarcaba y “pianísticamente especiales y bien jodidas, hay que sentarse a tocarlas. Yo logré tocar la Toccata y el Preludio de Bach”, reconocía.

También me gusta mucho La Vidala de la Lluvia, con Perecito, y una milonga. Además, armó una suite hermosa: Las cuatro variaciones para piano, que, con Pablo Márquez, transcribimos para guitarra. El Coco hizo canciones de cuna para sus nietos y obras instrumentales. La Caja Perdida, que estrenó el maestro Marcelo Sutti, su gran amigo, director de orquesta. Para los cien años de su nacimiento, la volverá a toca nuestra Sinfónica. Ya tenemos organizada una serie de conciertos con obras sinfónicas del Coco; su Danza Irregular o Danza del SapoEl Pesebre, pieza originaria para piano y algunas obras populares como Cantaré cuando me muera. Habrá para hacer dulce con la Banda de Música municipal, se harán salidas a los barrios y bibliotecas populares. Una de Río Ancho lleva su nombre; haremos conciertos didácticos y con otros autores. Serán días de fiesta.

Cuando ganó el primer premio por la zamba Cantaré cuando me muera, con un jurado integrado por Falú, Ramírez y Carlos Guastavino. 

-En 1956, el Coco se incorporó al Colegio Nacional como profesor de Música, hasta 1982 ¿Usted y su hermano son músicos y usted es docente, atesora algún consejo del Coco sobre la tarea pedagógica, la coincidencia en esta vocación es azarosa o fue impulsada en el ámbito familiar?

-El Coco me dio los tips básicos para la docencia, le fascinaba enseñar a les jóvenes. Hay una gran cantidad de anécdotas, el secundario nocturno del Nacional le fascinaba. De él aprendí cómo enganchar a los estudiantes. Que no decaiga la clase, me decía: “hacé escuchar música, por ahí metele conocimientos del lenguaje, sacalos a cantar, a pasear”, cosas que él hacía y que aún hoy salen entre los recuerdos de amigos que fueron sus alumnos.

-¿Cómo vivieron el homenaje en Cosquín 2023, donde también se celebró a Eduardo Falú?

-El homenaje a Falú y al Coco en Cosquín fue maravilloso. Oscar Humacata, amigo, abogado- poeta y promotor cultural, me invitó a ir. Fue magnífico, más allá de algunas críticas, excelso todo. Estar ahí es increíble. La gente del pueblo es impresionante. Aun me resuenan las músicas de esa noche.

José Ríos, Coco, María Ester Vázquez, Borges, Carmen Rosa Oliver y Raúl Aráoz Anzoátegui. 

-Su padre trazó diversos paisajes en el arte, fue una y varias voces. En esa polifonía ¿Qué libros, discos o películas frecuentaba?

-Le encantaba leer de todo: Julián Marías, Borges, Dávalos, Sartre. Había autores que nosotros le acercábamos. Hasta los últimos días estaba tocando el piano y escribiendo su columna. Decía: «le pido al creador unos años más” y nosotros decíamos en broma “dejate de joder que ya nos estás sacando años a nosotros”. Había tenido un infarto en el 2000, Juan lo llevó con el doctor Kortzar y lo salvó esa vez. Por eso tiene un escrito sobre sus más de 9 vidas, más que los gatos. No paraba nunca.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/522845-radiografia-de-un-hombre-inquieto