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Un artista de Calamuchita crea esculturas que le dan una segunda oportunidad a árboles secos


Luis “Wood” Pérez (37) dejó su trabajo de techista para dedicarse al arte de crear sobre árboles secos o caídos, utilizando una motosierra. Sus obras llegaron a varios países.
Carina Mongi

Su vocación comenzó a los 5 años, formateando la cabeza de un gaucho con un cuchillo Tramontina. A los 37, pero con una motosierra, ya dejó su huella, cada vez más precisa, en más de un centenar de árboles secos o caídos en distintos rincones del mundo.

Luis “Wood” Pérez, tal como “firma” sus obras, trabajaba como techista en Villa General Belgrano. Pero intuía que su energía desbordaba largamente las simetrías de los tirantes.

Ese recorrido de plantas “renacidas” con duendes, un pescador con una trucha, pioneros y más figuras de cuentos construidos sobre los troncos que el vendaval dejó en pie, le dio visibilidad a su talento, y no paró más. Para ese momento, lo que antes era un hobby ya había sepultado a su principal actividad.

Calamuchita. Luis Pérez, el artista que transforma árboles secos en esculturas con vida propia. (La Voz)
Calamuchita. Luis Pérez, el artista que transforma árboles secos en esculturas con vida propia. (La Voz)

El resto están sembradas en Santa Rosa de Calamuchita, Los Reartes y Río Tercero, entre otras ciudades cordobesas.

Una de sus esculturas de mayor impacto que inauguró en abril pasado luce en Almafuerte, sobre un eucaliptus gigante, adonde talló la figura del papá y la mamá, ya fallecidos, de José Luis Ciarrochi.

Tiroleses, duendes, zorros, iguanas, cóndores, muchos jarros de cerveza, entre otros motivos, salen de su motosierra. Van “de su cabeza a la madera”, sin bocetos ni marca en los troncos. Confiesa que un dibujo previo lo condicionaría y encapsularía su creatividad.

“Voy con algo en mente, pero hay mucha inspiración en el momento, que puede modificar esa idea previa”, cuenta sobre su proceso creativo.

La forma del tronco o sus ramas, van disparando sus ideas. “No hago trazos porque te limita la creatividad, y un trazo marcado te condiciona o no te permite pensar una idea mejor”, avanza.

Calamuchita. Luis Pérez, el artista que transforma árboles secos en esculturas con vida propia. (La Voz)
Calamuchita. Luis Pérez, el artista que transforma árboles secos en esculturas con vida propia. (La Voz)

UNA VUELTA A LA MADERA

Villa General Belgrano, la turística localidad del valle de Calamuchita, tiene una marcada influencia de la madera en carteles y construcciones, que resaltan su estilo centroeuropeo. Para Luis fue un desafío abrirse espacio con su impronta innovadora. “Soy de un pueblo donde se trabaja todo en madera y ya había un estilo, una forma de manipulación, con carteles y otros objetos”, señala. Pero logró plantear otro manejo e incluso con maderas que no era habitual utilizar.

Su materia prima son olmos, eucaliptus o cipreses, que reencarnan en un duende o una figura humana, o en las más variadas formas. “Uso árboles que cumplieron su ciclo y le doy esa segunda oportunidad”, agrega.

Generalmente trabaja en lugares públicos y sorprende a quienes, de forma ocasional, lo observan sobre andamios y con una motosierra tajeando un tronco. Muchos hacen un seguimiento diario, y se cautivan con la metamorfosis de ese trozo de madera que va tomando otra forma. De tronco seco destinado a leña a obra de arte que mejora una plaza, calle o jardín.

Calamuchita. Luis Pérez, el artista que transforma árboles secos en esculturas con vida propia. (La Voz)
Calamuchita. Luis Pérez, el artista que transforma árboles secos en esculturas con vida propia. (La Voz)

Recuerda, que en Suiza trabajaba concentrado cuando giró hacia atrás y sus ojos se encontraron con una tribuna de más de cien estudiantes. Cada día, le dejaban galletas, jugos o algún regalo.

“Me ‘teletransporto’”, desliza. La música con auriculares, que tapan un poco el bramido de la motosierra, lo ayudan a desconectarse del resto y sumergirse en su mundo.

Además, su concentración debe ser extrema, por la peligrosidad de su herramienta principal. “Es una máquina que no perdona”, dice.

El 85% de cada escultura se ejecuta a motosierra. Suele utilizar también una amoladora para destacar las vetas y gubias de distintos tamaños, que al golpe del martillo talla los micro detalles finales. De ahí sale la pupila de un ojo, la textura de la piel de un animal, las plumas, lenguas o las sombras. El último toque lo da con el barniz. Cada obra es única e irrepetible, subraya.

En ocasiones, Luis suele realizar demostraciones en ferias rurales para una conocida marca de herramientas.

La Cumbrecita. Dos troncos secos son ahora un pescador y una trucha colgada de su caña. Obra de Luis Pérez. (La Voz)
La Cumbrecita. Dos troncos secos son ahora un pescador y una trucha colgada de su caña. Obra de Luis Pérez. (La Voz)

EN LA PIEL DE LA OKTOBERFEST

Su trabajo está muy emparentado con la fiesta emblema de su pueblo, la Oktoberfest. Recuerda que, en una ocasión, y cuando apenas comenzaba a transitar este camino, subió al escenario principal para entregarle un jarro de cerveza tallado al intendente de ese momento, a minutos de un “espiche” de un barril, con un clima en punto máximo de ebullición.

Allí arriba, sacó el chop de una bolsa y las pantallas gigantes reprodujeron los detalles de su trabajo y “silenciaron” por un ratito al bullicioso “pogo” fiestero del público.

En estos días, comenzará a tallar un olmo que hará referencia directa a la 60° edición de esa Fiesta Nacional de la Cerveza que se realizará en dos meses. La primera etapa será en la plaza José Hernández y luego se trasladará al Bosque de Los Pioneros, adonde quedará emplazada, en plena fiesta.

Luis Pérez transformado la madera. (La Voz)
Luis Pérez transformado la madera. (La Voz)

Para conocer más de su obra pueden visitarlo en sus redes: luis.wood.perez en Instragam, y luiswoodperez en Facebook.

Fuente: Diario la Voz