Por la Lic. Natalia Guadalupe Rivero
Guillermo Velarde Mors, popularmente conocido como “Pajarito” fue un salteño nacido en la localidad de Cerrillos en 1895, hijo de Matilde Mors de Velarde y de Juan Emeterio Velarde. Su nombre simboliza la historia de la ciudad y fue un espíritu representativo de cuanta inquietud cultural se movilizaba en Salta, “mediador del buen rato” como lo definió José Juan Botelli. Otro de sus amigos, José Hernán Figueroa Araoz (padre de Hernán Figueroa Reyes), lo caracterizaba como una persona “con una organización moral proclive a la generosidad”.
Consagró su vida a la labor de dar difusión y espacio a la cultura en Salta. Su casa y él mismo, se constituyeron en “lugares” en el sentido en que lo plantea Marc Augé, lugares donde los sujetos se vinculan colectivamente, lugares de identidad, relacionales e históricos, opuestos a los “no lugares” (lugares de paso y fugaces). En la casa de Pajarito Velarde se construían experiencias vitales, aprehensibles para los sujetos, todo ello lo convertía en un auténtico lugar.
Su pasión e interés por la actividad cultural, lo llevó a crear a pulmón la Sociedad “Amigos de Arte”, que se creó en 1936, asociación que hasta 1952 funcionó como la primera casa de la cultura de la provincia. Ofició como presidente Guillermo Velarde Mors y su secretario fue Luis D´Jallad. La Sociedad estaba compuesta por un secretario general, un tesorero, cinco consejeros (que se reelegían anualmente mediante una asamblea general por sufragio y por voto secreto de los socios). Los cargos ejercidos por la Comisión Directiva no eran rentados, ni se les otorgaba remuneración por los servicios. Gracias a su gestión, actuaron en Salta Los Niños Cantores de Viena, el concertista de guitarra español Félix Alonso Argüelles, el destacado musicólogo francés Michel Raux Deledique, quien brindó una conferencia sobre Chopin; entre otros artistas, intelectuales y obras que fueron posible poner en escena en Salta.
Su emblemática casa de Pueyrredón 106 fue cita y refugio de la bohemia local y nacional que marcó toda una época. Lugar de noches eternas, donde su anfitrión se ocupaba de que los invitados se alimenten de momentos felices. Amigos, poetas, músicos, cantores, pintores, escritores, deportistas, bailarines, cineastas y actores marcaron los encuentros en ese lugar, que supo ser fuente de inspiración de los artistas.
Quienes lo conocieron, relatan que Pajarito también presentía cuando no debía recibir a alguien cuyo único propósito parecía ser la farra y la nimiedad, entonces se retiraba a pasar unos días en la casa familiar en Cerrillos. Lo retratan como un tipo sobrio, de bajo perfil, a quien no le gustaba el desborde de gente, siempre dispuesto al verdadero acontecimiento. Parecía la expresión auténtica de una especie de gentileza salteña, de la casa del amigo salían todos hermanados y con la sensación de que las personas eran así en Salta. Raúl Araoz Anzoátegui en su texto “Crónicas alrededor de un personaje provinciano” lo define como una persona que actuaba sin hacer alharacas, es decir que podía recibir tanto a grandes personalidades de la escena nacional, como a sus amigos a quienes veía todos los días, sin sufrir ninguna afectación. Por allí se hospedaba don Atahualpa Yupanqui, pasaron también Bernardo Houssay; Jorge Luis Borges en su primera visita a Salta, quien llegó acompañado de la escritoria Maria Esther Vázquez en un coche de plaza. El pintor Carybé, los Hermanos Ábalos, Ariel Ramírez, Julio De Caro, los actores de “La Guerra Gaucha”, Francisco Petrone, Enrique Muiño, Ángel Magaña y su director Lucas Demare. El director Pierre Chenal, los actores Silvana Roth y Armando Bó, cuando filmaron la película “Se abre el abismo” en 1945 (una de las escenas de esa película se filma en la casa de Pueyrredón y España), entre tantas otras personalidades que fueron recibidas en Pueyrredón 106.
A las infaltables noches de Tertulia asistían figuras como Nicolás Lamadrid, Eduardo Falú, Manuel J. Castilla, Cesar Perdiguero, Hugo Riera, el Cuchi Leguizamón, Juan Carlos Dávalos y sus hijos: Jaime, Ramiro y Arturo, Guillermo “Ucururo” Villegas. También lo visitaron Juan Manuel Fangio, Javier Villafañe, un plantel completo de “La Máquina” de River Plate en 1946. Grupos emblemáticos del folclore como “Los Fronterizos” y “Los Cantores del Alba” tenían las puertas abiertas en esa casa para los ensayos y la inspiración.
Decían los frecuentadores de Pueyrredón y España, que aún en vida de pajarito la casa era un museo, pues la había llenado de objetos tradicionales e históricos. Era una casa chica, pero en las fotos y en los relatos aparece mucha gente y muestran a su anfitrión siempre elegante y a gusto. El corazón de Guillermo Velarde Mors lograba cobijar a todos; y han quedado los registros de los visitantes en libros de firmas y documentos en los archivos de Pajarito. En la nota publicada por César Perdiguero “Las mil y una noches de Pueyrredón 106”, del 17 de Julio de 1977 en el diario El Tribuno, se relata: “quedan algunos álbumes que contienen dedicatorias, textos ingeniosos, ilustraciones gráficas que pueden ser utilizadas para reconstruir un hermoso tramo de la historia cultural de Salta”.
Noches de guitarras, piano y tertulias en la casa del amigo Pajarito, quien supo abrir generosamente las puertas de su pequeña propiedad para los viajeros, los poetas, cantores, músicos, pintores y demás artistas. Tenemos la suerte de contar con los registros y testimonios de los amigos que hablan de él, en documentos, canciones, poemas e historias. Se cuentan detalles de la casa donde ahora falta la voz. Esa esquina quedó inmortalizada en la letra de un tango que se titula “Pueyrredón 106”, con música de Humberto Paterson y letra de Julio Díaz Villalba, del año 1926, publicada por el sello discográfico Fermata de Bs. As. La primera estrofa dice “Oí que en la estación/, decías al chofer/, agarre Pueyrredón y pare al 106…” La canción habla de ese destino que era la esquina de la bohemia, un culto al arte.
Muchos fueron los poetas que le rindieron homenaje a la casa y a su dueño, José Fernández Molina, con un poema que se titula “La casa de pajarito”, por dar un ejemplo. Juan Alberto Sauad en su texto “Su sueño se ha cumplido” relata que tenía a disposición para ensayar el piano (un Förster) en la casa de Pueyrredón y España. Con respecto a esa anécdota, Benito Martín le contó también que, al salir de su hogar, Pajarito dejaba colgado un letrero que decía: “Volveré a la noche, no toques a la puerta: un pianista está estudiando”.
Pueyrredón 106 era un espacio privado, en ocasiones se permitía que alguien (un desconocido) de la calle, ocupante del espacio público, ingresara dentro de la casa. Todo aquel caminante que pasaba y se sentía atraído por la música y las luces, se asomaba a la ventana y era invitado a pasar. Esta práctica social, lo define como un lugar particular. El dueño y anfitrión de la propiedad, movía los hilos para que ese tejido se mantuviera hábilmente equilibrado entre esos dos estados, la urdimbre de lo privado y lo público.
Guillermo Velarde Mors, fue profesor y campeón de baile de tango en 1922, diploma que trajo de Buenos Aires. Fue periodista del diario “El Intransigente” en 1930. Fundó y dirigió dos periódicos: “Salta” y “Tradición y cultura”. En 1932 llegó su estabilidad laboral al ingresar al Banco de la Provincia, institución donde se jubiló en 1957 cuando ocupaba un alto cargo. La casa de Pueyrredón 106 la adquirió en el año 1940, aunque la habitaba desde antes de 1930. Con los ingresos que obtenía por trabajar en el banco, costeaba las gestiones culturales que ocupaban gran parte de su tiempo.
Gracias a las anécdotas de quienes lo conocieron, se sabe del desapego material que tenía Velarde Mors y también de su generosidad natural. Tras su muerte, ocurrida el 2 de agosto de 1965, las palabras de Manuel J. Castilla lo bosquejan de este modo “Guillermo Velarde Mors, fue por muchos años como la puerta más francamente abierta de esta tierra de Lerma a la amistad de peregrinos y salteños”. A ocho meses de producirse la muerte de Pajarito, el diario El Tribuno adquirió su vieja casona de Pueyrredón 106, para convertirla más tarde en un museo habilitado al público. El 22 de abril de 1966 El Tribuno informaba “Salta incorpora un museo folklórico en la esquina musical del recuerdo”.
El pasado 2 de agosto, se cumplieron 59 años de su fallecimiento. Pasar por esa esquina emblemática, en este tiempo donde las angustias afloran de manera cotidiana por el devenir coyuntural y el aislamiento social, provoca nostalgia por lo que significa esa casa y Pajarito en la historia de nuestra ciudad. Es un lugar que se sostiene a través de la memoria colectiva. Despierta el interés de los transeúntes por su arquitectura, la ventana balcón de algarrobo, el farol de la esquina (que alguna noche fue bautizado con vino en un ritual de amigos), y los muros de adobe.
Lamentablemente hoy la casa permanece cerrada, la fachada se ve descuidada y con pintadas. A dos cuadras de la plaza Nueve de Julio, el inmueble con telas de araña y candados en la puerta, exhibe carteles que muestran la imagen (ya descolorida) de Pajarito, donde se anuncia los horarios de visita para ingresar al museo folklórico, hecho que no ocurre. A pesar del tiempo transcurrido y del silencio de sus muros, los caminantes se detienen a observar la casa, asisten en los horarios de visita que reza el cartel y preguntan a donde deben acudir para poder ingresar. Su legado sigue vigente porque fue la morada de los artistas, un lugar de cordialidad y amistad social. Pajarito Velarde, embajador de la cultura en Salta, un mecenas sin dinero, merece ser recordado de la mejor forma posible. Quizás sea abriendo nuevamente las puertas de Pueyrredón 106.
Fuente: https://saltaescultura.com/2024/08/09/silueta-de-pajarito-velarde/