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Película: Rancho Aparte


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Rancho aparte (Argentina/2007). Dirección: Edi Flehner. Guión: Edi Flehner, sobre una obra de Julio Chávez, Leandro Castello, Luz Palazón y Mercedes Scápola. Fotografía: Javier Julia, Hernán Bouza. Montaje: Juan Carlos Macías. Música: César Lerner. Dirección de arte: Mariela Ripodas. Maquillaje: Oscar Mulet. Con Leandro Castello, Luz Palazón y Mercedes Scápola. Presentada por Distribution Company. Hablada en castellano. Duración: 85 minutos. Para todo público.

Hay muchas formas de hablar de cosas muy serias haciendo uso del grotesco. El teatro en cine implica un gran riesgo: la traición. Más todavía cuando se trata de una pieza que, muy merecidamente, recibió el aplauso del público y de la crítica. Rancho aparte es el producto de un taller conducido por Julio Chávez que permite el lucimiento a pleno de sus tres protagonistas, un huis clos calmo y vertiginoso a la vez, que los muestra tal como son: unos, pobres y caprichosos; la otra, pudiente sin demasiada nobleza; parientes que no se ven hace años, todos oriundos de un lugar perdido de la geografía puntana. Sea en el campo o en la ciudad, todos desean un lugarcito a su medida donde consolarse.

Así, a lomo de una camioneta ajena, llegan a una Buenos Aires desconocida, y sin pensarlo dos veces rumbean al departamento de Clara, hermana de Tulio, quien por lo visto se olvidó de los que se quedaron. Ellos, con su vida casi salvaje a cuestas, despiertan angustia en cualquiera que no esté habituado a sus costumbres prosaicas y algo de piedad por su extrema precariedad. En este encuentro forzado entre dos mundos que alguna vez fue uno solo, cada uno tendrá qué decir. Clara tratará de metabolizar esta realidad esgrimiendo, finalmente, su hipocresía; Tulio y Susana son incapaces de comprender sus limitaciones, el hecho de que sólo puedan ser aceptados por aquellos que les tienen lástima.

El grupo teatral -los tres enriqueciendo minuto a minuto a sus criaturas- logró, de la mano de Chávez, un texto memorable, que provoca, en medio de reproches que llegan a lo ridículo, sentimientos contradictorios.

Edi Flehner demuestra su mano para desacralizar lo teatral, introduciendo un prólogo y un epílogo que meten a los espectadores en ese particular universo provinciano del que surgen estos personajes y, sin vacilaciones, recorre las habitaciones del viejo departamento, coqueto pero con huellas de decadencia, donde tiene lugar esta comedia, por cierto dramática, casi en tiempo real. Flehner juega a abrir puertas y a traspasarlas para meterse en los mundos de sus protagonistas.

Todo está perfectamente calculado. La manera en que Flehner resuelve cómo Tulio y Susana cuentan una anécdota imposible acerca de una chica del pueblo, con idas y venidas, es para sacarse el sombrero. Todo, en verdad, funciona así. Desde la fotografía, que se mueve entre el realismo, la magia y la oscuridad, hasta la música, de César Lerner, que incluye como broche de oro una versión de El rancho e la cambicha , fondo alegre que subraya la tremenda contradicción que existe entre quienes allá lejos están de fiesta mientras estos otros, perdedores natos, no encuentran otra salida que la desolación marginal.

El resultado es sorprendente: la demostración de que detrás del cineasta que hasta ahora supo hacer muy buena letra en el cine publicitario o como productor de otros hay un artista riguroso que puede -y en ese caso debe- seguir haciendo cine para el público, tan necesario en los tiempos que corren.

Claudio D. Minghett

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/998837-del-rancho-miserable-a-la-ciudad-y-su-hipocresia