ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE SALTA
Por Abel Cornejo
Diferentes episodios, como fotográficos vienen a la memoria a raíz de la Batalla de Salta. Uno de los combates más importantes de la Guerra de la Independencia argentina. El contexto histórico debe situárselo entre el 23 de agosto de 1812 en que se produce el Éxodo Jujeño y el 20 de febrero de 1813, pues entre ambos sucesos ocurrieron los dos combates de Las Piedras y la Batalla de Tucumán a la par de múltiples escaramuzas que se libraron en la retaguardia del Ejército Auxiliar del Perú, comandado por Manuel Belgrano. Ambas Piedras, Salta y Tucumán, decía la suprimida letra completa del Himno Nacional Argentino, que intercambió el orden de las batallas por una cuestión de rima. Es, sin duda, la hora más gloriosa del creador de la bandera. Gobernaba por entonces el Segundo Triunvirato, con la decidida influencia de la Logia Lautaro a la cual pertenecían, entre otros, San Martín y Alvear.
En las vísperas de la Batalla de Salta, el 19 de febrero, cuando Belgrano se disponía a ingresar por el Portezuelo, donde se había instalado una poderosa batería realista, Apolinario Saravia, apodado «El Chocolate», posterior vencedor de Sauce Redondo y Héroe de la Guerra Gaucha, le indicó que torciera el rumbo por el flanco derecho y entonces el Ejército Auxiliar se dirigió por la Quebrada de Burgos, que es por donde actualmente ingresa el camino a Salta hacia el noroeste para que acampara en la hacienda de Castañares, que por entonces era propiedad de su padre, Pedro José Saravia. Hospedado allí, Belgrano por la noche vomitó sangre y tuvo fiebre alta. Llovió copiosamente todo el viernes 19 de febrero, y en el amanecer del sábado 20 poco a poco se fue despejando, hasta que comenzaron a brillar los primeros rayos de sol. Sobreponiéndose a su estado y ante una leve mejoría, Belgrano continuó en el comando en jefe y decidió conducir personalmente la lucha. Alineó las tropas de este a oeste para ir avanzando a paso redoblado. Sin embargo, a la caballería patriota al mando de Manuel Dorrego, se le ordenó ubicarse en el flanco izquierdo, exactamente donde actualmente la Avenida Uruguay dobla y se convierte en Reyes Católicos. Por aquel entonces, surcaba un caudaloso cauce conocido como la Zanja Blanca. Fiel a su ímpetu, Dorrego arremetió antes de que sonara el clarín, y estuvo a punto de sucumbir, de no haber sido por el auxilio del comandante Cornelio Zelaya y de Eustoquio Díaz Vélez, de destacadísima actuación en la contienda. Esta acción le permitió a la caballería patriota rodear el margen este de la ciudad de Salta y aniquilar la resistencia realista.
También en Lomas de Medeiros se combatió. Una partida realista fuertemente armada ofreció la resistencia final, cuando la bandera blanca ya flameaba desde la torre de la vieja iglesia de los Monjes mercedarios, ubicada por entonces en la intersección de las calles de la Estrella y el Comercio, actualmente, Caseros y 20 de Febrero; sin embargo la batería española fue reducida, merced a la firme acción de Martina Silva, al mando de un pequeño escuadrón de gauchos, llamados para la ocasión Los Ponchos Azules. Entonces sí se llegó al final del combate. Por su actuación en combate, Belgrano le propuso al Triunvirato que se la designara capitana general de los Ejércitos de la Patria, haciendo constar tal solicitud en el parte de guerra y recomendando que se le otorgara además de la distinción, un reconocimiento por el denuedo con el cual había conducido a sus gauchos en el campo de batalla. Pese a la bonhomía y caballerosidad con la que se distinguió el general Belgrano, a esta petición, nunca se le dio curso.
* El autor es de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas
Fuente: Diario El Tribuno